miércoles, 7 de septiembre de 2011

fragmento 124

Condenado a vagar por el desierto hasta recostarme bajo la bruma de la costa, oyendo como en ecos las aves que me cantan dicen que nada, nada, nada ha de pasar. No existe tiempo alguno, solo dejar espacio y huellas, equilibro de piedras, desarme de aguas y arenas. Cuando voy desvistiendo la piel que de curtirse aprendió, sanó, y rompió, vuelvo. No sé hasta qué punto “este sueño está ocurriendo”. Que existen almas preciosas eso ya está claro pero que existe la más divina lo estoy averiguando y sé que no me duele mi viento sur soplando pechos, voy ascendiendo hacia un norte, a encontrarme con un cielo. Conozco bien donde escondes aquel cielo, el imposible, el insaciable.  

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